EL VIRUS SABIO
Julio César Centeno
Los sistemas naturales del planeta están alcanzando el límite de lo
biológica y físicamente tolerable. Algunos límites críticos ya han sido
excedidos. Modificaciones abruptas al equilibrio planetario se encuentran en
gestación, otras en franco y acelerado progreso.
Los seres humanos se auto-proclaman como sabios (sapiens). Pertenecen
en realidad a una familia de animales, los homínidos, correspondiente a una
estirpe de primates.
Un virus es un agente infeccioso que se multiplica dentro de otro
organismo, al que progresivamente contamina, debilita y eventualmente consume.
Al consumir a su huésped, termina por destruirse a si mismo.
La Tierra es un organismo vivo. Los seres humanos actúan dentro de ese
organismo como un virus, contaminándolo, debilitándolo y consumiéndolo
progresivamente. Parecen dispuestos a cumplir el ciclo del virus, consumiendo
al organismo que le da vida hasta provocar su propia destrucción.
Los sistemas naturales del planeta están alcanzando el límite de lo
biológica y físicamente tolerable. Algunos límites críticos ya han sido
excedidos, conduciendo a cambios irreversibles en el entramado natural que
sirve de soporte a la vida mismo. Modificaciones abruptas al equilibrio
planetario se encuentran en gestación, otras en franco y acelerado progreso.
Los bosques
En sólo décadas, los humanos se las han ingeniado, con su maravillosa
sabiduría, para destruir la mitad de los bosques que embellecían y enriquecían
la porción del planeta sobre el nivel de las aguas. Con los bosques destruyeron
cerca de una tercera parte de las especies de seres vivos que habitaban la
Tierra. Hoy, una quinta parte de los vertebrados que sobreviven se encuentran
al borde de la extinción. Muy pronto, majestuosos animales sólo languidecerán
como prisioneros en zoológicos, como trofeos en museos o como imágenes
virtuales: elefantes, rinocerontes, tigres de bengala, gorilas, osos polares,
jaguares, cóndores, ballenas. El acoso humano contra estas y tantas otras
maravillas evolutivas es implacable. El virus sapiens no parece dispuesto a
compartir su huésped con otras especies.
En sólo décadas, los humanos se las han ingeniado, con su maravillosa
sabiduría, para destruir la mitad de los bosques que embellecían y enriquecían
la porción del planeta sobre el nivel de las aguas. Con los bosques destruyeron
cerca de una tercera parte de las especies de seres vivos que habitaban la
Tierra. Hoy, una quinta parte de los vertebrados que sobreviven se encuentran
al borde de la extinción. Muy pronto, majestuosos animales sólo languidecerán
como prisioneros en zoológicos, como trofeos en museos o como imágenes
virtuales: elefantes, rinocerontes, tigres de bengala, gorilas, osos polares,
jaguares, cóndores, ballenas. El acoso humano contra estas y tantas otras
maravillas evolutivas es implacable. El virus sapiens no parece dispuesto a
compartir su huésped con otras especies.
La destrucción de bosques ha
conducido también a la pérdida de innumerables fuentes de agua dulce, un
elemento vital para la subsistencia del virus sapiens. Para mediados de siglo
se espera que aproximadamente la mitad de su propia población sufra escasez
severa de agua.
La deforestación también contribuye con la expansión de zonas áridas e
infértiles; con el aumento en la
intensidad y la frecuencia de las inundaciones en épocas de lluvia y las
sequías en épocas de verano; con la pérdida de fuentes de sus propios
alimentos, de sus medicinas y de materiales para la construcción de sus
refugios. La sabiduría del virus sapiens es tal que aún hoy continúa la
destrucción, a una tasa de 5 millones de hectáreas cada año sólo en América
Latina, una superficie equivalente a 7.000 canchas de football cada día. La
destrucción de bosques naturales sólo en la franja tropical supera los 10
millones de hectáreas cada año. En estos mismos bosques se encuentra la mayor
riqueza genética y la mayor diversidad biológica del planeta, el principal
legado de generaciones futuras del virus sapiens.
El Mar
Los humanoides se las han ingeniado para destruir también el 24% de los
arrecifes de coral en los últimos 30 años (1980-2014), con otro 27% en avanzado
estado de deterioro. Los arrecifes son maravillas naturales de carbonato de
calcio que sirven como incubadoras de la vida animal marina. Aunque ocupan
menos del 1% de la superficie del mar, albergan al 25% de todas las especies
marinas: peces, moluscos, crustáceos, esponjas y equinodermos, entre otras,
especialmente en la época de reproducción. Como los arrecifes de coral sirven
también como barreras de protección a los manglares, su deterioro ha
contribuido a la desaparición de una tercera parte de los manglares que
enriquecían al planeta hace apenas 65 años.
Los arrecifes son muy sensibles tanto al aumento de la temperatura como
al aumento de la acidez de las aguas donde se desarrollan, especialidades en el
arsenal de armas utilizadas por el virus sapiens en su campaña de agresión
contra el huésped que lo alberga. Tanto la temperatura como la acidez de las aguas
marinas se encuentran en franco aumento, amenazando no sólo a los arrecifes que
aún sobreviven, sino a la vida marina en su maravillosa variedad.
Cerca del 30% de los recursos pesqueros se encuentran sobre-explotados,
conduciendo a su desaparición progresiva. Más de 400 zonas marinas se ahogan
por falta de oxígeno, donde no existe vida animal, entre ellas partes del golfo
de México, del mar Mediterráneo, del mar Báltico y del Mar Negro.
En la actualidad, las exigencias del virus sapiens exceden la capacidad
de los ecosistemas naturales en aproximada-mente un 30%. Para mediados de siglo
tiende a superar el 100%, dadas las aspiraciones estratégicas de la familia
humanoide de cuadruplicar el tamaño de su economía y continuar reproduciéndose
para aumentar su población a 9 mil millones de individuos para el 2050. Estas
aspiraciones tienden a imponerse, debido a que una élite viral, a través de un
puñado de corporaciones transnacionales, controla el 80% de la economía
mundial.
El aire
En apenas cien años, el virus sapiens se las ha ingeniado para
inyectarle a la atmósfera 2.140.000 millones de toneladas de gas carbónico
(CO2), junto a otros gases venenosos desestabilizadores de la atmósfera, como
el metano, los óxidos nitrosos y las maravillas de los venenos atmosféricos:
los fluorocarbonos. Esta hazaña se debe a una adicción que los humanoides no
pueden controlar: el consumo de combustibles fósiles, petróleo, gas natural y
carbón mineral.
En apenas un siglo han perfeccionado el arte de escarbar en las
entrañas de la tierra en busca de estos narcóticos virales, junto con
tecnologías cada vez más sofisticadas para extraerlos, transportarlos y
refinarlos, para finalmente consumirlos. El consumo de estos productos,
enterrados por la naturaleza profundamente bajo tierra, provoca en la
actualidad la emisión de 35.000 millones de toneladas de CO2 cada año, con
tendencias crecientes para mediados de siglo. Si se incluyen los otros gases de
efecto invernadero, como el metano y los óxidos nitrosos, las emisiones totales
superan los 50.000 millones de toneladas equivalentes de CO2 por año.
La profunda discriminación imperante entre los virus sapiens ha hecho
que un 20% de ellos hayan emitido el 73% de esos gases y hayan consumido una
proporción equivalente de hidrocarburos.
Esto le ha permitido a esa minoría fortalecerse de tal forma que domina al
resto de la población, sometiendo a la mayoría a sus designios. La minoría
privilegiada ha incubado un ejército de virus mutados particularmente letales;
los ha distribuido por todo el planeta para someter a cualquiera que se niegue
a obedecer. Cuando actúan no tienen misericordia con sus víctimas, lo que sirve
de ejemplo para atemorizar a los humanoides que incomprensiblemente intenten
ejercer algún control sobre sus propios destinos.
Los polos
Entre las consecuencias de esta gigantesca inyección de CO2 y otros
gases a la atmósfera se destacan el derretimiento de las masas de hielo tanto
en el Ártico como en la Antártida. El hielo marino Ártico perdió la mitad de su
volumen sólo entre 1950 (10 millones km3) y el 2014 (5.01 millones km3), medido
en septiembre cuando se presenta el mínimo anual. La capa de hielo sobre
Groenlandia cubre 1,7 millones de kilómetros cuadrados y contiene 2,83 millones
de kilómetros cúbicos de hielo. Su pérdida implicaría un aumento en el nivel
del mar de 7,4 metros. Groenlandia ha perdido en promedio 260.000 millones de
toneladas de hielo cada año entre el 2002 y el 2014. Mientras en la Antártida
se han derretido en promedio 140 mil millones de toneladas de hielo cada año
entre el 2003 y el 2013. También se derriten aceleradamente los glaciares en
las montañas alrededor del mundo. Crece la cantidad de refugiados ambientales
tan aceleradamente que amenaza la seguridad de los países en que se han
atrincherado los conglomerados dominantes del virus sapiens.
El aumento en la concentración de CO2 y otros gases en la atmósfera
conduce al aumento en la temperatura
promedio del planeta, al aumento en el nivel del mar, al aumento en la
frecuencia e intensidad de huracanes y tormentas, al aumento en la intensidad
de sequías e inundaciones, al desplazamiento de enfermedades contagiosas y al
debilitamiento a los sistemas de producción de alimentos. El 2014 fue el año
más caliente de los últimos 200 años. Las tendencias actuales conducen hacia un
aumento de temperatura entre 3 y 5°C para finales de siglo sobre el promedio de
la época pre-industrial. Un aumento de temperatura de 4°C sobre el promedio de
la época pre-industrial no se ha registrado desde finales del Mioceno hace 6
millones de años, cuando el nivel del mar se encontraba entre 15 y 24 metros
sobre el que conocemos.
La auto destrucción del medio
Una consecuencia adicional, especialmente peligrosa, de la inyección de
cantidades letales de gases tóxicos a la atmósfera es el desequilibrio
energético planetario. En la actualidad, la Tierra absorbe considerablemente
mas energía de la que emite, a una tasa de 0.6 vatios por metro cuadrado de
superficie. El total (300 teravatios) es equivalente a 20 veces el consumo
anual de energía de toda la población del virus sapiens. Es también equivalente
a la energía contenida en 400.000 bombas atómicas como la lanzada sobre
Hiroshima, detonadas cada día, 365 días al año.
Las implicaciones de la acumulación de tales cantidades de energía en
la atmósfera terrestre, cada año, tiende a convertirse en el instrumento final
para el suicidio colectivo de la población global del virus sapiens. Esta
variación particular de humanoides no ha conocido un planeta bajo las
condiciones ambientales que está precipitando sobre su propia existencia, pues
tales condiciones no se han presentado en este desdichado planeta en los
últimos 800.000 años.