LA
ALIENACIÓN EN EL SIGLO XXI
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Alienado en castellano, y
“aliené” en francés significan en sus acepciones más antiguas
un completo estado de disociación con el razonamiento, más aún, un
estado de locura y ausencia de lógica total. Sin embargo, muchos
estudiosos y críticos de la sociedad del siglo XIX en adelante
consideran este término de una forma menos drástica, añadiéndole
un carácter eminentemente social.
Manuel
Sutherland | Para Kaos en la Red | 30-6-2007
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“La alienación
es el aspecto más importante del capitalismo sobre la personalidad”
Erich Fromm
Pareciese difícil sentir
cuando una persona se aliena, pero en esta sociedad es fácil notar
como la persona se experimenta a sí mismo como a un extraño. Sus
capacidades, logros, trabajos e incluso sentimientos están separados
de sí y excepcionalmente gobernados por un poder, creado por sí
mismo, que está por encima de él, y que lo subyuga aún
venerándolo. El filósofo soviético Ogurzov considera que: “La
actividad del hombre en el proceso de producción, su trabajo y los
resultados de su actividad se han independizado hasta subordinarle a
él mismo”. En efecto, existen fuerzas que lo separan de sí, lo
castran, cercenan y destruyen su verdadera necesidad de amor y
libertad, llenándolo de frivolidades que empobrecen y estorbaran
cualquier intento de desarrollo espiritual. La relación que sostiene
con la naturaleza y el prójimo está distorsionada y constituye la
traba fundamental que trunca las posibilidades del hombre de vencer
la sensación de separatidad, e impiden recuperar el sueño de la
realización de sus potencialidades y ponerlo en contacto con la
esencia de sí.
Develar el mundo externo
sensible de su falsa idealización y despertar los poderes creadores
es motivo de un profundo análisis y un complejo ejercicio de
sensibilidad.
El filósofo noruego
Langslet señala en Den Unge Karl Marx of Mennekets la diferencia en
alemán de conceptos que generalmente son tomados de manera análoga:
Entfremdung (alienación) que en sentido literal se refiere a hacerse
ó sentirse extraño con respecto a “algo” y la Entäusserung
(enajenación) que se suele usar en el derecho natural y en la
economía para expresar que algo que forma parte del ser humano, le
ha sido despojado de cualquier forma. En éste ensayo esas
diferencias en la semántica alemana no son vitales, en cuanto a la
disímil significación de la palabra en nuestro idioma.
Alienado en castellano, y
“aliené” en francés significan en sus acepciones más antiguas
un completo estado de disociación con el razonamiento, más aún, un
estado de locura y ausencia de lógica total. Sin embargo, muchos
estudiosos y críticos de la sociedad del siglo XIX en adelante
consideran este término de una forma menos drástica, añadiéndole
un carácter eminentemente social.
Una de las definiciones
que principalmente se restringen al aspecto psicológico la ofrece el
Doctor Seeman en On the Meaning of Alienation, en ella destaca que la
alienación se refiere a un conjunto de estados psíquicos concretos
experimentados por el individuo y distingue cinco experiencias de
éste tipo: “La impotencia, la carencia de sentido, la anomia, el
extrañamiento y la autoextrañación” Sin embargo, hay otros
autores que consideramos que el origen y desarrollo de la Alienación
es predominantemente social y de profundas vinculaciones a la
Estructura Económica, en ese espectro, lo que Marx llamó “la
Superestructura” que es entre otras: la religión, la cultura, los
medios de comunicación; cumplen el papel alienador que determinada
estructura socioeconómica le confiere.
Un concepto más simple,
pero igual de contundente está ligado a la incapacidad del hombre de
reconocerse como ente creador y con la fuerza de erigir y dominar las
cosas que produce en un proceso de renuncia total de sus poderes a
“algo” que lo sojuzga y maneja. Al respecto Erich Fromm comentó:
“la persona alienada no se reconoce como centro de su mundo, ni
creador, sus actos y consecuencias se convierten en sus amos, a los
que obedecen y adoran”. Marx: “su propio acto se torna para él
como un poder extraño, ubicado por encima de él y en contra de él,
en lugar de controlarlo y aprovecharlo”.
La llamada naturaleza
humana está profundamente influida por las condiciones
socioeconómicas de su entorno, sin ser materialistas extremos, se
puede observar a grandes rasgos lo que sucintamente describe Israel
Joachim en Socialpsykologi: “el hombre está influido por grupos,
capas y otras categorías sociales entre la que se engloba. Los roles
marcan su personalidad, cuyo núcleo está constituido por respuestas
interiorizadas” Por tanto, en el proceso de globalización (que en
opinión de Eduardo Galeano, no es más que el viejo Imperialismo
exacerbado en sus valores enajenantes y transculturales) la
imposición y copia de conductas en el marco de una reproducción
incesante de referentes culturales como normas de comportamiento,
representa la fábrica de alienación y fetichismo de la mercancía
más grande en la historia de la humanidad.
La alienación es siempre
con respecto a “algo”. Ése “algo” está constreñido a un
concepto de naturaleza humana ético-normativo enmarcado en
concepciones humanísticas de solidaridad, armonía y cooperación;
se refiere fundamentalmente a un completo estadio de necesidades
humanas básicas entre las que destacan el amor, la amistad, la
confianza, la salud, la alimentación balanceada y el ocio para el
desarrollo de las potencialidades creadoras. Dichos requerimientos
que éste el sistema socio económico impuesto, no puede satisfacer
empecinándose cada vez más en disfrazarlos, distorsionarlos y
sustituirlos por un conjunto de antivalores como lo son la
competitividad, el egoísmo, el individualismo, la codicia, la
avaricia, el conformismo, la abulia, la indolencia, el miedo al
cambio y la autoexplotación para poseer el único valor de
importancia……el dinero. Así es como se conforma el arquetipo de
la masa caminante que en New York en un recodo de la calle ve
agonizante de inanición a un ser humano que clama por su ayuda y
ésta resuelve sin ambages levantar el pie y pasarle por encima sin
tan siquiera verlo.
No, la alienación no
separa de su cuerpo al raciocinio ni al sentido más elemental de la
sociabilidad, más bien lo sustituye por algo que podríamos llamar
en relación al tema como: sentido común mercantil. Éste, le
permite a los más fuertemente enajenados desenvolverse sin mayores
problemas en una selva globalizada de extrañación, con la supuesta
“claridad” de sentirse trabajando para sí, y por lo que en
“verdad” desea.
La alienación no es un
fenómeno reciente, y podría considerarse como un origen histórico
las primeras formas de adoración paganas. La “idolatría”, es un
espejo bíblico de lo que para nosotros hoy en día representa esa
fijación inhumana con el dinero y el aparato económico en el cuál
se reproduce. En la Biblia tenemos un fascinante acercamiento al
respecto: “Ídolos paganos, oro y plata, la obra de sus manos,
tienen boca pero no hablan, tienen ojos pero no ven, tienen oídos
pero no oyen……….los que los hacen son como ellos, así son los
que creen en ellos”. (Salmo 135).
Los paganos de aquellas
épocas (y aún diversas sectas), perciben al “ídolo” como
superior a ellos, una cosa a la cuál le deben rendir sumisión y
adoración total, a pesar que esa cosa es fruto de su genio artístico
y de su riqueza proyectada en ella, la perciben ajena a sí mismos y
sólo pueden entrar o entenderla por la vía del sometimiento y/o la
servidumbre. Como el “Becerro de Oro”,vuelcan su esfuerzo a un
producto de su ingenio el cuál no responde ni soluciona inquietud
alguna.
En 1841 Feurbach publicó:
La esencia del cristianismo, en él va más allá de la alienación
pagana referida a la materialidad pagana, Feurbach en su materialismo
antropológico considera a todo ser religioso (incluso monoteísta y
contrario a la edificación de imágenes y objetos representativos
deificados) como un alienado. En su explicación denota que
singularmente el ser humano atribuye un conjunto de cualidades
extraordinarias a un Dios y para sí se arroga un conjunto de pecados
y defectos. El hombre proyecta sus mejores cualidades en un Dios y
para sí deviene en un ser extraño así mismo, alienándose. Ésta
alienación religiosa según Marx tiene su origen en la sensación de
menesterosidad, impotencia e incapacidad que se manifiesta en la
imposibilidad de realizarse como persona, alcanzar el bienestar y la
satisfacción de sus anhelos más básicos, en una sociedad que se lo
impide y lo reduce a la miseria. Marx: “la religión es el suspiro
de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón
[……….] Es el opio de los pueblos”
Para Hegel, el Estado
encarna el espíritu de Dios, tal como se expresa sobre la tierra,
así, corresponde a los ciudadanos venerarlo como una institución
superior al ser humano, independiente de las condiciones sociales e
históricas en las que se desarrolla. Hegel separa al ser de su marco
social, comienza la escisión entre lo público y privado, dejando al
egoísmo puro imbricarse en el desempeño privado y a la esfera
(separada de la sociedad) del Estado el intento de realizar el bien
común. Con ello, el Estado, como lo dice Israel Joachim en la Teoría
de la Alienación no sólo es una abstracción teórica, sino
constituye una “ideología” que trata de explicar post morten el
Estado prusiano, conformando así el cuadro típico de la Alienación
Política. Sabiendo que el Estado no es más que la creación del ser
humano que depende de las fuerzas imaginativas de los mismos, las
condiciones históricas y socioeconómicas de una sociedad, él mismo
evidentemente refleja el carácter de la clase que maneja la
estructura económica, es decir, el modo de producción y la forma de
apropiación del sobreproducto social, el Estado ideal de la
globalización es y debe serlo el Estado Burgués, alienante y
represor.
El amor, la amistad, la
valentía y la dignidad adicionados a una serie de sentidos comunes
humanistas ya mencionados, son constantemente subyugados y
distorsionados por esa alienación esparcida y violentamente
inoculada, que alcanza su máximo grado en la percepción mercantil
de valores ético-morales y en la muy particular y trascendente
enajenación del trabajo, que es relacionada a la Alienación
Económica. El trabajo, es la forma elemental en la cuál el hombre
se relaciona con la naturaleza para subsistir y el ámbito en el que
se desarrolla socialmente, pero la propiedad privada de los medios de
producción separa al trabajador (que sólo posee su fuerza de
trabajo) de la naturaleza, de los medios de trabajo, de su sustento y
sus capacidades transformadoras. “La economía política parte del
hecho de la propiedad privada y no la explica” (Engels), esto trae
como consecuencia un tema que Marx expresa así: “el objeto
producido por el trabajo del hombre -su producto- se le opone como
algo ajeno, como un poder independiente de su productor,…..este
producto es la objetivación del trabajo, que aparece como un despojo
del objeto producido y como una esclavización a él; y a su vez la
apropiación del producto por otros, surge como -alienación-”
El régimen de propiedad
privada, la apropiación coercitiva del excedente social, en el marco
de relaciones de poder en las que se eternizan la explotación y la
subyugación al Cápital, que dicho sea de paso es producido por
todos, promueve La Alienación Económica, en la que se reduce el
trabajo a una mera mercancía, se deshumaniza al trabajador y obliga
al trabajador a chocar una y otra vez con la terrible paradoja de
producir cada vez más mercancías (valor) y poseer cada vez menos
(desvalorizarse), el que labora produce una riqueza que no disfruta,
crea belleza mientras él se estropea en el proceso.
Erich Fromm en La soledad
del hombre, nos índica otra corriente alienante del trabajo, la
Rutinización escribiendo: “cada vez más el trabajo se hace más
repetitivo y automático, menos pensar e improvisar, requiere de
menor creatividad, curiosidad e independencia, resultando en apatía,
hastío, evasión, y rebeldía suprimida”. Éste, uno de los
aspectos más crueles de un drama silente que se nos presenta en
forma “natural”, lo vivimos a diario y se nos vende como destino
unívoco de la sociedad globalizada que nos invita a apreciarlo con
absoluta tranquilidad y conformidad. Pero, ¿siempre ha sido así?
¿La explotación es principio y fin de la sociedad, será inicio y
desenlace de la humanidad.
La infelicidad no puede
ser perenne, la amargura, la hipocresía mercantil, el utilitarismo
cobarde, el sentir al amor y a la simpatía como un atributo especial
para venderse en el mercado debe pasar a la historia, como una
manifestación nefasta. Sin amor no hay vida, si se mercantiliza aún
más lo que queda de empatía, si la alienación en el hombre logra
ser absoluta y cumple su objetivo terminal, nos podríamos preguntar
¿habrá seres humanos? Lo dudo.
“Un hombre
representa al total de la humanidad y por ello es universal y libre”
Carlos Marx
Fuente
Manuel Sutherland,
msutherland12@gmail.com,
Asociación Bolivariana de Economistas Socialistas (ABES), (Ccs.
04/06/2007) Manuel Sutherland en Kaos en la Red
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